La noche justo antes de los
bosques es una pieza teatral escrita entre 1976 y 1977 por Bernard-Marie
Koltès, autor clásico y maldito del teatro francés contemporáneo. Se trata de
un monólogo que aborda varios temas dentro de un contexto claramente capitalista,
y que goza de vigencia absoluta en este primer tercio del siglo XXI en
cualquier gran ciudad occidental. Algunos de estos temas son: la soledad de las
personas, el poder económico en la sombra, la necesidad de reacción frente a la
injusticia, la inmigración y la xenofobia, el individualismo y la indiferencia,
la solidaridad entre iguales, la homofobia, la búsqueda de un lugar mejor. La
pieza ha sido montada recientemente con gran éxito de crítica y público por la
compañía AlmaViva Teatro en el madrileño Teatro de La Puerta Estrecha, siendo
dirigida por César Barló e interpretada por el actor José Gonçalo Pais. Aquí abajo van algunas de mis impresiones. Y aquí podéis ver el tráiler del montaje.
Cartel de La noche justo antes de los bosques.
De noche en La Puerta Estrecha
El Teatro de La Puerta Estrecha es un lugar envolvente, que tiene algo de mágico: parece un
sitio indicado para ejecutar rituales, cuenta con muchos objetos que arrebatan,
y en general huele a teatro viejo, de raíces profundas y saludables. Pero hoy
algo ha cambiado: antes de entrar a la sala donde se representa el último
montaje de César Barló, La noche justo antes de los bosques, suena en bucle y de fondo música electrónica, algo
inédito en este lugar. Pasa el tiempo y llega la hora del inicio del
espectáculo.
Mientras el
público entra en la sala ya empieza la función y, aunque todavía no tenemos
conciencia plena de que estamos en la noche que antecede a los bosques, sí
sabemos que es de noche. Todo en el espacio apunta a ello: la semi oscuridad,
las luces nocturnas de la ciudad, la música electrónica que ahora sí se escucha
claramente. Se respira noche y fin de semana. La escenografía se resume en un
suelo de asfalto con una larga línea amarilla —que remite a una estación de
metro o de tren— y grandes espejos al fondo en los que el público se verá
reflejado y deformado durante todo el espectáculo. La gente va tomando asiento
mientras un chico, ciertamente agitado, se mueve casi sin pausa de un lado a
otro, parece que baila por momentos, se golpea contra las paredes.
Actor, autor y director.
La noche
Y entonces,
tras esos minutos iniciáticos, este chico de pelo mojado por la lluvia se
sienta en un suelo también mojado y coge una cámara de vídeo. Es José Gonçalo
Pais, actor de honestidad y versatilidad deslumbrantes, que será quien nos guíe
en un viaje alucinante por algunas experiencias que trascienden lo local desde
el momento en que salen de su boca. La música, como un mantra, sigue sonando
pero tú ya casi estás acostumbrado a ella y te parece que hay silencio, y que
lo que oyes es el murmullo de la ciudad, y que en medio de ese murmullo Pais
comienza a hablar. Lo vemos sentado —tirado— en el suelo dirigiéndose a la
videocámara y también lo vemos proyectado en una de las paredes rugosas y
oscuras de la sala. En muchos momentos del montaje el espectador se encontrará
ante esta disyuntiva y podrá optar por visualizarle directamente en escena o a
través del tamiz del video, a veces con resultados sorprendentemente distintos.
“Doblabas la
esquina cuando te vi”, comienza diciendo con voz firme pero convulsa. La noche justo antes de los bosques es
el monólogo de un chico que deambula de noche por la city, es una charla
trepidante dirigida a otra persona que se encuentra en la calle, a un camarada
potencial, a uno que doblaba la esquina y que (como solo sabremos al final)
aparece como un ángel al que la lluvia pasa de lado, en medio de la marabunta
nocturna y tras un episodio indudablemente traumático para el protagonista. Así
que lo ve y decide ir tras él, pararle, pedirle fuego al grito de “¡compañero,
compañero!”, y empezar a hablarle.
Nunca más me volveré loco.
Es entonces
cuando comienza la montaña rusa, una auténtica espiral que devora e hipnotiza
al espectador. Al principio te mueves en ella lentamente, estás descolocado, no
entiendes de qué te está hablando. Todo es un caos, una confusión, tal y como
el protagonista acabará por confesar. Luego todo va más deprisa, empiezas a ir
encajando algunas cosas, ideas que se repiten, palabras que cascabelean una y otra
vez. Y cuando te quieres dar cuenta, estás dentro, las piezas del puzzle se
resitúan, todo va cobrando sentido y sigues cada episodio que escuchas con la
boca abierta y como si tu reloj se hubiera parado.
Así pues,
tenemos a un único actor, a única persona en escena que se presenta como El
Extranjero. Se percibe que José Gonçalo Pais —unas veces apolíneo y muchas
otras dionisíaco— ha interiorizado perfectamente el texto, a pesar de su
innegable complejidad, y que lo entona con soltura y prodigiosa franqueza. Su
arrebatadora expresividad nos confirma en la idea de que anda tambaleándose en
la delgada línea que separa lucidez de locura. Con delicioso acento extranjero,
nos cuenta que está aquí como podría estar allí, que es un nómada y que odia
las convenciones. Percibimos que es un extranjero, pero no solo por su
nacionalidad, sino porque se siente extranjero, porque en una sociedad
sustentada en los valores del capitalismo es difícil no verse como tal. Y,
aunque muchos no lo hayamos asumido aún, él sí es muy consciente de ello.
Barrio y ciudad del capital
El barrio, los
suburbios de la ciudad, en tanto que algo local y universal a un tiempo, es uno
de los temas del espectáculo. O al menos es el ambiente en el que éste se
desarrolla. En él una de las primeras cosas que tenemos claras es que este
extranjero de mirada limpia y ojos brillantes que nunca nos miran, está viviendo una situación de
acoso. Muchas veces se refiere a esos gilipollas que le miran, que le
persiguen, que se ríen de él. ¿Quiénes son? Para mí no son más que unos
malotes de barrio, egocéntricos, que han interiorizado fuertemente la
masculinidad y que constantemente tienen que hacer gala de ella dentro del
grupo. Pero podrían ser cualquiera. El Extranjero en apariencia es débil, es un blanco fácil. Así que lo
ven mear y se ríen de él porque lava su pito después de hacerlo, tal y como le
enseñaron de niño. Lo descubren extranjero por diferente y, para mezclarse
entre ellos, El Extranjero habrá de cuidarse de no delatarse no reproduciendo
estas costumbres, hablando de los temas que le imponen, intentando ser uno más
en la manada.
Uno de los
momentos más bellos es cuando El Extranjero, que a estas alturas ya ha poseído
por completo el cuerpo y el alma de Pais, le confiesa al otro que se ha
acercado a él para decirle “barrio de mierda, costumbre de mierda de dar
vueltas…”. Ahí están los dos en la rueda que imponen barrio y ciudad,
escudriñando, evitando a gilipollas y macarras, buscando válvulas de escape
para sentirse mejor, dando vueltas en busca de algún placer, dando vueltas sin
sentido. Cualquiera comprende fácilmente de lo que se nos está hablando.
Así que éste
es el contexto de la pieza: una ciudad capitalista donde todo o casi todo es
una mierda, donde los sueldos vienen y van como pajarillos, donde la gente
trabaja (cuando trabaja) de lunes a viernes y el viernes busca diversión
(aunque no siempre la consiga) para sentirse bien, donde los espacios están
delimitados por el género, la clase o la opción sexual de quienes deben
ocuparlos. Un contexto del que es difícil escapar, pero un contexto del que hay
que escapar.
El plan de defensa
Frente a esto,
nuestro extranjero está trazando un plan, está comenzando a vislumbrar los
bosques en medio de la noche y ha encontrado al otro para compartirlo con él.
Es un plan para protegerse, solo tienes que quedarte y escucharle. Así,
siguiendo el planteamiento internacionalista del marxismo nos confiesa que es
muy pero que muy necesario crear un sindicato de carácter internacional. Puesto
que todo está tomado por el pequeño clan de hijos de puta tecnócratas que
controla todo (la policía, el ejército, los ministerios, los sindicatos) es preciso
ser cautos y tener sumo cuidado. Es una evidencia que, como mínimo desde el
último tercio del siglo XX, el poder económico domina la política. Y, presas
del poder, casi todo el mundo está ahora del otro lado.
El Extranjero
nos narra su experiencia con una chica de apariencia idílica que resultó
haberse pasado también al otro bando. Esta historia nos brinda dos de las
imágenes más hermosas del montaje de Barló. Una primera en la que vemos a Pais
deslizarse a gatas sobre la línea amarilla que marca el escenario, al tiempo
que descubrimos una apabullante expresividad corporal en su reflejo en los
espejos del decorado. A quien estamos viendo ciertamente es a ella, a una gata
sexy dispuesta a cazar ratones ensimismando a quien sea. La segunda nos
presenta al protagonista atado a un mástil, como un Ulises con voz de contratenor, luchando contra sí mismo e imaginando los cantos de sirena de su
amada/odiada.
Así pues, es
obligatorio controlarse, no dejarse llevar por los instintos para evitar caer en
las telas de araña del sistema. Presenta El Extranjero entonces, a ritmo de
música festiva, más claramente su idea de sindicato internacional avanzándonos
que cuando hayamos vencido será nuestro momento de disfrutar. Y la celebración
será tremenda. Los estómagos del público se desanudan momentáneamente mientras
José Gonçalo Pais se descubre como un auténtico showman que, siempre muy
sonriente, va enumerando algunas cosas terribles que haremos cuando haya
llegado el momento de la venganza, cuando haya llegado nuestra hora.
Como se ve,
uno de los temas centrales de la pieza es la política en general y la necesidad
urgente de cambiarlo todo. Ahora estamos solos, rotos e indefensos y hay que
agruparse para protegerse. Si no, el viento nos llevará. El Extranjero está dando
los primeros pasos. Lo siguiente será el cambio. Sin embargo, ¿cómo es posible
esta unión cuando el individualismo es un valor imperante en nuestra sociedad? En varios momentos del texto se reflexiona sobre él, se alude a la poca
solidaridad de la comunidad para con sus iguales, al egoísmo que nos ha
impuesto el sistema y que todos nosotros hemos naturalizado. La situación es
desesperante, siempre que se mira atrás solo hay desierto.
El mismo
sistema nos empuja a trabajar lejos de nuestras casas, y a otras personas que
viven lejos a trabajar aquí. Bien podrías irte a Nicaragua y media Nicaragua
venir aquí: el sistema nos marea para descolocarnos, para que no podamos
pensar, para impedir que nos organicemos. El sistema permite que un general
loco esté apostado en medio de un bosque y dispare contra todo aquello que es
diferente al propio bosque, así que ni a los bosques podrás huir. El Extranjero
nos relata esta historia y nos dice que por eso él ya no trabaja, que por eso
él ya no trabajará más así. Lo ves y sientes que ha alcanzado otro nivel, que no
está dispuesto a seguir en la rueda solo por dinero. A la fábrica, nunca más.
Las mujeres de la noche
A cazar ratas.
Otra cuestión relevante en el montaje es la forma en que el protagonista visualiza y se relaciona con mujeres. Plantea tres modelos que desempeñan roles claramente diferentes: la enemiga, la amante y la amiga. La primera de ellas es la ya mencionada chica hermosa que se ha pasado al otro bando y que es una experta cazadora de ratas. Aunque como es lógico inicialmente se queda ensimismado con ella, acaba por despreciarla profundamente.
La segunda va
acompañada de una bellísima historia que nos brinda otro de los grandes
momentos del montaje de Barló. De pronto los ojos del espectador se giran
necesariamente para encontrarse en un espacio diferente: encima de un puente
teniendo sexo con una mujer misteriosa y maravillosa que se hace llamar Mama y
que va de orilla a orilla. Una mujer de la que ciertamente este extranjero se queda prendado. Una mujer a la que no vuelve a ver. Esta historia
sirve a Pais para reflexionar sobre las relaciones afectivas, lanzando dardos
tan certeros como cuando se pregunta cómo somos capaces de creer que conocemos
a alguien sin saber cómo respira después de haber follado. Su imagen reclinado acariciándose
frente a la videocámara es altamente pictórica y sensual.
Esta historia
lleva a El Extranjero a recordar a la tercera gran mujer que aparece en la
pieza. Se trata de una prostituta, a la que el protagonista claramente
considera una aliada. Una puta que vive una historia descarnada con un hombre
que no tiene la mínima consideración por ella. Una puta que casi es atropellada
por dicho hombre mientras todo el mundo lo observa pero nadie mueve un dedo por
impedirlo (¿cómo organizar así un sindicato internacional de carácter
solidario?). Una puta que desesperada sigue el consejo de otra puta y se quita
la vida. Si acabar con la vida de uno fuera más fácil de lo que es, viviríamos
una gran masacre, reflexiona el protagonista de la obra. Y es que estamos inmersos
en la noche, estamos inmersos en la mierda, y hay muchas formas de huir.
Sexualidad y sensualidad
Finalmente, el
tema de la sexualidad impregna texto y montaje. La sensualidad que desprende
José Gonçalo Pais, tanto en su versión Dr. Jekyll como en Mr. Hyde, y tanto por
su embaucadora forma de hablar como por su propia belleza física y formas de
ocupar el espacio escénico, se ve atenuada con los relatos que narra y con el
propio devenir de la historia. Si bien en apariencia El Extranjero se nos
presenta como una persona meridianamente heterosexual —que tuvo este
pseudoromance con Mama y que conoce la calle de las putas— hay veces en que su
orientación sexual no resulta tan evidente. En un momento dado le pide al otro, que es varón, que no interprete que (aunque sea él un hombre entrando a otro hombre en medio
de la calle, en medio de la noche) está pretendiendo ligar. En otro momento, le
dice que está borracho y que tiene media cabeza llena de gilipolleces y
—absoluta declaración de amor— la otra media solo para él. Y es que, aunque siempre se esté dirigiendo al otro, cuando habla expresamente
sobre él lo hace como ensimismado, como profundamente sumergido en amor.
Siendo
heterosexual como es, nuestro extranjero callejea por el barrio en mitad de la
noche, se relaciona con otros hombres en los baños públicos, persigue a unos
gamberros guapos con la idea de tomarse unas cervezas con ellos, e incluso
sufre una brutal agresión homófoba que será detonante para el inicio de toda
esta historia. Inconscientemente asimilamos que es una persona con una
sexualidad libre y abierta, y que tanto puede enamorarse de una mujer encima de
un puente como de un hombre a la salida del metro.
Los bosques
Así, y sin
saber de dónde saca tamaña fuerza y arrojo para lograr mantener la atención
constante de un público alucinado que casi ni pestañea, José Gonçalo Pais se
desgarra cada noche siendo poseído en cuerpo y alma por el espíritu de un
extranjero sincero, inteligente y bondadoso. Un extranjero al que solo se puede
admirar y querer. Al que te gustaría abrazar y amar sin límites, con el que
quieres tumbarte en la hierba para estar a gusto sin reloj en las muñecas. Pais
asume en lo más profundo de sí que, al igual que el protagonista del texto,
está buscando los bosques en medio de la noche y que, en resumen, todo lo que
quiere es poder sentarse en la hierba tranquilo y decir ciao. Tomarse unas
cervezas y cambiar el mundo de una vez por todas, porque es eso o
definitivamente morir.
Ya casi acaba
el espectáculo y todo se va ensamblando en tu cabeza. Pais por fin te mira a la
cara; hasta ahora solo miraba a los espejos, a las paredes, a la cámara, a su
sombra. Tanto tú como él tenéis lágrimas en los ojos y ganas de gritar y
golpear. Comprendes poco a poco el porqué de cada historia que has escuchado,
comprendes por qué hace una hora y poco este chico de pelo mojado te ha
agarrado del brazo para pedirte fuego al grito de “¡compañero, compañero!”.
Comprendes que es acuciante reaccionar, que hay que salir ya de la noche y
buscar y encontrar los bosques. Comprendes que exactamente el tiempo que ha
durado el montaje es el tiempo que ha durado el necesario punto de inflexión.
Pero que a partir de ahora sí (esto lo comprendes muy claramente), a partir de
ahora sí hay esperanza.
¿Adónde ir?
ACTUALIZACIÓN FECHAS BARCELONA
2 de octubre de 2015 - 20h. (Teatre Gaudí)
3 de octubre de 2015 - 20h. (Teatre Gaudí)
4 de octubre de 2015 - 20h. (Teatre Gaudí) Web del teatro aquí Entradas con descuento aquí
MADRID
17 de octubre de 2015 - 20h. (Teatro Municipal Francisco Rabal, PINTO)
21 de noviembre de 2015 - 20h. (Centro Cultural Pilar Miró)
28 de noviembre de 2015 - 20h. (Teatro José María Rodero, TOREJÓN DE ARDOZ)
12 de diciembre de 2015- 20h. (Centro Sociocultural, EL ÁLAMO) FECHAS ANTIGUAS TEATRO DE LA PUERTA ESTRECHA
Viernes_20.30h.
Sábados_22.30h.
HASTA EL 20 DE DICIEMBRE DE 2014.
Calle del Amparo, 94 - Madrid
<M> Lavapiés / Embajadores
Las entradas valen entre 10 y 12 euros se pueden pillar aquí, aquí o reservando en el propio Teatro. Su facebook aquí.
[Las fotografías del espectáculo son de Noemí Sánchez]
NOTAS:
- Lo de que estamos solos, rotos e
indefensos viene de unas estrofas de la canción "Adolfo Suicide" de
Nacho Vegas.
- "La noche" es una canción que
cantaba Raphael y "Algo cambió" es el nombre de la versión de Astrud
de "Something changed" de Pulp y también el título de su disco de
caras b y rarezas.